¿Por qué Rimbaud abandonó la escritura?



Toda la crítica se hace la misma pregunta: ¿por qué dejó de escribir Rimbaud? Quizás porque todos hemos sido poetas en algún momento de nuestras vidas y hemos dejado de escribir, porque todos hemos renunciado de alguna forma al igual que el propio Rimbaud, hemos sentido esta esterilidad de la Poesía que flota sobre nuestras cabezas, en la medida que nos sentimos hombres, tan sólo hombres. Buscar la salud mediante la Poesía, señalaba Hölderlin, y encontrarte con el fuego como un oscuro infortunio desemboca en el malditismo, es decir en la difícil salud del embriagado, del marginado o zaherido, arrojado a los límites: Como decía Michaux el poeta sube desde las profundidades con los ojos rojos porque se ha visto algo que es demasiado. Sucede que finalmente nos sentimos hombres, tan sólo hombres, suspendemos la búsqueda, apagamos la máquina, devenir un hombre común.



Podría ser, comenta Yves Bonnefoy, que la poesía, al comprometernos enteramente en busca de la unidad en una relación tan absoluta como sea posible con la presencia misma del ser, no haga...sino separarnos de los demás seres...." Así, al haber querido rescatar la realidad en su profundidad el poeta la pierde en tanto que armonía y comunión. Es el poeta faro que hace ver pero él no ve lo que hace ver, poeta que está encerrado en la corona del faro junto al acantilado, pero él no ve nada, sólo la luz que proyecta sobre la inmensidad. Sólo ve cegado por la luz mientras los demás ven lo que ilumina la luz. Los demás viajan, navegan, se acercan y alejan, el poeta está sumido en la inmensidad y en la perplejidad. El poeta sin sombra, iluminado, sin vivencia, sin cotidianeidad, sin armonía con el todo o simplemente con el suelo y con el entorno.



El poeta faro es energía indomable, poder de invención, afirmación de todos los posibles, la esperanza inagotable, la embriaguez, la Visión en su Felicidad, pero es también el desamparo, el desposeimiento infinito, el aburrimiento, la separación, la desgracia.



Esta contradicción entre la búsqueda personal de salvación, y la experiencia impersonal del ser, entre la ardiente paciencia del hombre sufriente y la necesidad de comunicación del fuego y de la luz, gloriosa, sabia, extática, está anclada en el corazón del poeta, pues está en el ser de la poesía el representarse como Felicidad y oscuro infortunio. Pues el fuego es la comunicación pero a la vez lo incomunicable, la luz es lo que hace ver, pero es a su vez lo invisible. Es un don y es una carga, es la videncia del poeta ciego condenado como Edipo a vagar en soledad.


Rimbaud muy pronto deja de preocuparse por su poesía, considera que son fruslerías, entretenimientos de adolescente, por ello sus viajes por mar no son en un barco ebrio de luz y vida sino en el de Caronte por el mar del olvido, el mar del Leteo, el mar en el que Aletheia vuelve a dormir profundamente.

THE READER

The reader es una película que muestra la fractura que se produce en el sujeto entre lo que piensa y lo que siente, entre el territorio de los sentimientos y el de los códigos de conducta que rigen nuestras acciones. Los personajes en ese mundo pesado de la Alemania de la Posguerra se mueven entre el deseo y la razón, pero dada la conciencia del deber que han adquirido resultan demoledores con sus sentimientos que quedan escondidos en el silencio y subyugados para un íntimo goce o sublimados en dosis catárticas dejando el campo libre al tribunal de la Razón kantiana y a los juicios que deciden las reglas que deben seguir sus acciones.


"No importa lo que sentimos sino lo que hacemos" Michael refrena su deseo de contar la verdad y así de librar a Hannah de su condena, pues su razón fríamente la ha condenado, del mismo modo que oculta su pena tras la pérdida o el dolor del reencuentro, pero es capaz de realizar gestos de entrega que compensan la soledad de Hannah. Ella es una mujer sencilla que sin embargo no abre su corazón sino a través de las lecturas que la incitan a emocionarse hasta la embriaguez pues ha disipado su ternura en medio de un lodazal, ha quebrado su compasión por la obediencia de hacer cumplir unas reglas que son las del campo de concentración de Auschwitz o las de la vigilancia extrema como solución final. Es Hannah capaz de callar la vergüenza que siente por no saber leer ni escribir, y de ocultar así su secreto que la condena, que la hace más culpable a los oídos de la Ciudad. 

En última instancia estos personajes se diría que se mueven en un código helador: restituir, donar, callar. La disciplina lo invade todo, parecería que el amor es también una manifestación puntual y mecánica, lo mismo que la lectura, o que el baño tan insistente por otro lado para lavar la culpabilidad del alma rota por la guerra.
El secreto es el motor del relato según muestra el escritor norteamericano Henry James, es la casilla vacía que recorre el tablero guiando el hilo narrativo, es el exceso de Idea que no encaja en la experiencia: The reader es un ejemplo preciso de la fuerza motriz del secreto. Así asistimos a la pasión secreta de Michael por el cuerpo de Hannah como un exceso que le impide ser franco cuando podía y no debía perdonarla, como una carencia que no pueden colmar otras mujeres, es un aguijón que le empuja y le mueve a actuar; y a su vez el secreto de Hannah que la conduce a la prisión después de ser amada. Esta idea de Henry James se hace visible al final cuando aparece la cajita donde guarda Hannah los billetes ahorrados, y los personajes charlan de estos cofres de tesoros en los que se cifran nuestros sueños y nuestras joyas, en verdad lo que más propiamente nos identifica con lo que hemos vivido.

Deleuze carga contra esta noción de secreto como un impostor, un velo que oculta un lastre que nos tira para abajo, aquello que consideramos sagrado e íntimo es tan sólo una culpabilidad adquirida culturalmente que permanece en el agujero negro de nuestra conciencia. La letanía del deseo y la castración. Esto que pretendemos salvar de los otros, en verdad lo guardamos para la muerte, lo llevamos atado a nuestra conciencia como una mancha que ensucia nuestro corazón. O quizás sea lo único que podemos salvar del naufragio, de la derrota. Pues la vida nunca ha sido fácil, y los códigos de las sociedades han marcado una línea tan selectiva sobre lo que podemos compartir y confesar que  han estrangulado las emociones, que han cohibido los deseos, que han anulado los amores y las vidas.


Y sin embargo...resulta tan difícil ver esta película y extraer de ella esta lección moral. Nosotros, aquí y ahora, en nuestra ciudad en ruinas, en nuestra sociedad del espectáculo donde reina la desvergüenza y el striptease emocional, no es ningún secreto la falta total de cumplimiento de las reglas éticas mínimas de acción. Hemos pasado del control total a la abyección y la burla. Y por supuesto no tenemos ninguna ficción que retrate, represente y nos haga reflexionar este presente sin tapujos, macizo pero hueco, que soportamos.