LA PUISSANCE DU FAUX

La potencia de lo falso es un tema apasionante. Ahora sabemos que durante la segunda guerra mundial, y los años posteriores de la guerra fría, muchos escritores de novelas eran espías, o que los propios espías escribían relatos o se hacían pasar por novelistas (Graham Greene, Le Carré se trasladan definitivamente a la ficción literaria) viviendo la ficción o ficcionando la realidad. Esa condición del relato de apoderarse de la vida, de mixtificarla, de elevarla hasta su máxima expresión, como decían los clásicos del Barroco la magia del teatro dentro del teatro de la vida como las cajas chinas, provoca el hecho misterioso de la ilusión que se disfraza de real quedando igualados e indiscernibles los límites de uno y otra, superando al hombre verídico o el estatuto de la verdad, como señalaron Nietzsche y Deleuze más recientemente.

Lyotard establece la correlación presente en todo nuestro ideario: la Historia como Gran relato donde mitigar crueldades y enterrar a los vencidos en beneficio de la Idea que así queda lavada de las manchas de sangre, la narración bíblica que nutre la fe y la esperanza en la salvación y la milagrería, el sosiego que transmiten los cuentos infantiles, los disciplinados relatos de la economía política creados para adoctrinar desde alguna portavocía dependiente de alguna banca o partido político, etc.



Hay dos tipos más que me interesan, el relato porno que ha invadido nuestra cultura, que los varones jóvenes miran y leen en la red como unica vía de relación sexual cultivando un superyo de efectos inesperados.















Finalmente el relato del doping que convierte a deportistas medianos en héroes de una raza o nación, que eleva a éxito el engaño y la trampa, que transforma a los onagros en caballos de una sola carrera.






Lo dice maravillosamente Ben Macintyre: "Nos enseñaron de pequeños que Inglaterra había ganado la guerra a los nazis porque éramos buenos" otro engaño los buenos ganan y son premiados, pero" ganamos porque fuimos peores que ellos", mentimos, traicionamos, la gran escroquerie, el gran engaño del desembarco de Calais. Pero el propio Ben me da una pista nueva, si los ingleses no fueran tan shakespereanos, si los españoles no sintiéramos como Calderón, si no fuera tan fácil y cómodo caer en el posmodernismo de "todo es falso" quizás pesáramos el argumento de la propia debilidad de los servicios de inteligencia alemanes no por falta de teatralidad o exceso de literalidad, tópico interesado, sino por la falta de cohesión, por las grietas de adhesión de conciencia. Dicho brevemente, la disciplina monolítica del nazismo se agrieta desde dentro con mil y una ratoneras o toperas larvando y minando, sabemos que Hitler se salvó milagrosamente de varios atentados cometidos por la propia cúpula del ejército; la muralla china no es invencible sino al contrario está socavada por mil agujeros éticos, de conciencia, quizás también de deseos de venganza de minorías cuyos derechos fueron aplastados . En cambio en las democracias su debilidad es solo aparente y contrasta con la fuerza de liberar los juegos humanos, de llevar las pasiones individuales hasta sus extremos, de favorecer lo ilusorio y lo imaginario sin cerrar los caminos para la vida o formas de liberación, aunque solo sean trazos efímeros sobre la arena del mar, o el paso del dedo sobre el vaho de un cristal sobre el que delinear un corazón. 


Que la vida iba en serio, lo comprendemos tarde y mal, y aún creemos en ocasiones que nos salvará la mentira cotidiana, o la pasión siempre insaciable e insatisfecha, de la destrucción del tiempo pero solo queda, solo resta medir el hundimiento como una piedra lanzada por un niño en el río, la razón impuesta mediante la violencia solo permite dos o tres saltitos sobre el agua antes de caer, todo intento de la razón de no engañar y ser engañado lleva a la piedra a ser piedra y a hundirse para siempre en el fango. 





Adorar la vida supone y exige comprender la diferencia, relacionarnos en ella y por ella, cultivar nuestros gustos y pasiones, manías y vicios, entonces quizás caigamos como otras muchas piedras sobre el lecho y de cada una y de la suma de todas se conforme un puente que comunique las dos orillas, diferentes entre sí en tanto que diferentes, nunca opuestas: ficción de sentido, hay que pensar en este puente aunque sólo sea como otro relato de esperanza en la vida y en el Mundo.