Nietzsche nace en Röcken, con cinco años muere su padre un cura
protestante y se cría con su madre y hermanas. Estudia filología y muy joven es
nombrado profesor de griego en la Universidad Basilea. Admira a Wagner por su
música que expresa las esencias de la cultura alemana. Pero se enemista con él por
Cósima, mujer de Wagner de quién se enamora, y le acusa de acomodarse al éxito.
Comienza a sentir fuertes dolores de cabeza. Abandona la docencia y reside en
distintas ciudades buscando un clima favorable. Se enamora de la novia del
poeta Rilke, una aristócrata rusa que lo rechaza. Veranea en Sils y sube a la cima del Sorel
todos los días. Nietzsche en Turín ve cómo castigan a un caballo con sobrecarga
y se abraza a él, lo separan y enfermo permanecerá diez años casi catatónico
hasta su muerte en 1900. En 1901 su madre publica unos textos inéditos. Su hermana Elisabeth será la que haga campaña
de su hermano dentro del partido nazi.
Es vitalista toda teoría filosófica para la que la vida es
irreductible a cualquier categoría extraña a ella misma. En la segunda mitad
del siglo XIX y principios del XX las
corrientes vitalistas se diferencian por su concepto de vida: la
comprensión de la vida en el sentido biológico subraya el papel del cuerpo, los
instintos, lo irracional, la naturaleza, la fuerza y la lucha por la
subsistencia; el vitalismo de Nietzsche se incluye en este grupo. Cabe entender
la totalidad de la filosofía de Nietzsche como el intento más radical de hacer
de la vida lo Absoluto. La vida no tiene un fundamento exterior a ella, tiene
valor en sí misma; y la vida entendida fundamentalmente en su dimensión
biológica, instintiva, irracional. La vida como creación y destrucción, como
ámbito de la alegría y el dolor.
En su obra juvenil "El
nacimiento de la tragedia", Nietzsche da más importancia a la Grecia
arcaica, la del tiempo de Homero, y sitúa en el siglo V a. C. el inicio de la
crisis vital del espíritu griego. El pueblo griego antiguo supo captar las dos
dimensiones fundamentales de la realidad sin ocultar ninguna de ellas, y las
expresó de forma mítica con el culto a Apolo y a Dionisos. Apolo, dios de la
juventud, la belleza y las artes, era también, según Nietzsche, el dios de la
luz, la claridad y la armonía, y representaba la individuación, el equilibrio,
la medida y la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional. Para la
interpretación tradicional toda la cultura griega era apolínea, concibiendo al
pueblo griego como el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional
de la realidad. Nietzsche consideró que esta interpretación es correcta para el
mundo griego a partir de Sócrates, pero no para el mundo griego anterior.
Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisíaco: Dionisos, dios del
vino y las cosechas, de las fiestas presididas por el exceso, la embriaguez, la
música y la pasión, y según Nietzsche, el dios de la confusión, la deformidad,
el caos, la noche, los instintos, la disolución de la individualidad; los
griegos representaban en Dionisos una dimensión fundamental de la existencia,
que expresaron en la tragedia y que fue relegada en la cultura occidental: la
vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos. La
grandeza del mundo griego arcaico estribaba en armonizar ambos principios,
considerando incluso que lo dionisíaco era la auténtica verdad. Sólo con el
inicio de la decadencia occidental, con Sócrates y Platón, los griegos intentan
ocultar esta faceta inventándose un mundo de legalidad y racionalidad (un mundo
puramente apolíneo, como el que fomenta el platonismo).
Inicio de la decadencia:
Eurípides, Sócrates y Platón. Con ellos comienza la cultura occidental y la
decadencia respecto del tono vital anterior; dan lugar al “platonismo”, o
creencia en la existencia de un Mundo Verdadero, Objetivo, Bueno, Eterno,
Racional, Inmutable, y el desprecio de las categorías de la vida (el cuerpo, la
sexualidad, la temporalidad, el cambio, la multiplicidad e individualidad,...).
Ellos dan lugar a la Ciencia y la Metafísica y a las condiciones que permiten
la aparición de la Religión y la Moral. Presencia del cristianismo: el
cristianismo es “platonismo para el pueblo”, con el cristianismo comienza la
moral de los esclavos. Edad Moderna: comienza la crisis del “platonismo” y del
cristianismo. La propia filosofía prepara la “muerte de Dios”, el empirismo, la
Ilustración y ya en el siglo XIX el materialismo cada vez más pujante muestra
el carácter ilusorio de las creencias anteriores. La Edad Contemporánea es una
época de crisis y Nietzsche encuentra en la “muerte de Dios” el fundamento
básico de esta crisis: aquello que había servido de orientación a toda la
cultura desaparece del horizonte y el hombre se encuentra desorientado. Esta
crisis es necesaria para la aparición de una nueva forma de estar en el mundo,
para la aparición de un hombre nuevo (el superhombre) y de una nueva concepción
de la vida (la que identifica la voluntad de poder con la esencia de la
realidad).
La filosofía nace con el paso del
mito al logos y la superación de las descripciones del mundo basadas en la
imaginación y la narración metafórica por las descripciones racionales,
precisas y objetivas, que ofrecen conceptos antitéticos. Esta es precisamente
la tesis de Nietzsche: en el mundo no existen esencias, no existe un rasgo (o
varios rasgos) que se encuentre en todos y cada uno de los de los individuos;
ni siquiera existen los objetos, pues la identidad que nosotros les atribuimos
es una consecuencia de nuestro modo substancialista de representarnos la
realidad. La metafísica es un signo de determinadas tendencias antivitales,
guiadas por un instinto de vida decadente y contrario al espíritu griego
anterior. La falta de instinto, el tono vital disminuido, permitió la
exageración del papel de la razón, de la vida consciente, y la aparición de las
fantasías metafísicas al estilo del Mundo Verdadero, Eterno, Inmutable
propuesto por Sócrates y Platón. La raíz moral (inmoral, dirá Nietzsche) que
motivó la aparición de la filosofía platónica fue el temor al cambio, la muerte
y la vejez. La metafísica platónica –y toda la occidental– es un síntoma de
resentimiento ante el único mundo existente, miedo al caos.
La muerte de Dios. Cuando
Nietzsche predica la muerte de Dios no quiere decir que Dios haya existido y
después haya muerto (un absurdo). Esta tesis señala simplemente que la creencia
en Dios ha muerto, expresa el fin de toda creencia en entidades absolutas.
Nietzsche se refiere al dios del cristianismo, pero también a todo aquello que
puede sustituirle, porque Dios no es una entidad sino un lugar, una figura
posible del pensamiento. Todo aquello que sirve a los hombres para dar un
sentido a la vida, pero que sin embargo se pone fuera de la vida, es semejante
a Dios: la Naturaleza, el Progreso, la Revolución, la Ciencia, tomadas como
realidades absolutas son el análogo a Dios. Cuando Nietzsche declara que Dios
ha muerto quiere indicar que los hombres viven desorientados, que ya no sirve
el horizonte último en el que siempre se ha vivido, que no existe una luz que
nos pueda guiar de modo pleno: para Nietzsche con dicha “muerte” podemos y
debemos vivir sin lo absoluto, en la “inocencia del devenir”. Es la condición
para la aparición del superhombre.
Por su parte, el superhombre es el
hombre nuevo que aparece tras la “muerte de Dios”. Nietzsche lo concibe como el
individuo fiel a los valores de la vida, al “sentido de la tierra”. Su
caracterización de esta figura humana es ambigua, dando lugar las siguientes
tesis a peligrosas interpretaciones, incluida la nazi llega a atribuir al
superhombre rasgos terribles (falta de compasión, desprecio por los débiles,
crueldad, gusto por la acción, el combate y la guerra);
En “Así habló Zaratustra” nos
cuenta tres transformaciones del espíritu: de cómo el espíritu se transforma en
camello, el camello en león y, finalmente, el león en niño. El camello reprenta
la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia las pesadas
cargas, la carga de la moral del resentimiento hacia la vida. El león
representa al hombre como crítico, como
nihilista activo que destruye los valores establecidos, toda la cultura
y estilo vital occidental. Y el niño representa al hombre que sabe de la
inocencia del devenir, que inventa valores, que toma la vida como juego, como
afirmación, es el sí radical al mundo dionisíaco. Es la metáfora del hombre del
futuro, del superhombre.
Reivindicación de la tesis del
eterno retorno como signo de vitalidad. Esta concepción del tiempo consiste en
aceptar que todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas,
presentes y futuras se repetirán eternamente. Según la tesis del eterno retorno
todo va a repetirse un número infinito de veces, lo cual implica que las
personas conocidas volverán a estar presentes, pero también el resto de los
seres (animales, plantas, objetos inertes), y volverán las mismas cosas con las
mismas propiedades, en las mismas circunstancias y comportándose de la misma
forma. Para la defensa de esta extraña teoría Nietzsche alega el siguiente
argumento: dado que la cantidad de fuerza que hay en el universo es finita y el
tiempo infinito, todo está condenado a repetirse de modo infinito. Sin embargo,
cabe entender también la tesis del eterno retorno como aunque la vida es fugacidad
pero podemos recuperar la noción de permanencia si hacemos que el propio
instante dure eternamente, no porque no se acabe nunca sino porque se repite
sin fin. Y tiene una vertiente ética: Haz lo que quieras pero siempre que
quieras que retorne eternamente. Lo que le cuesta a Fausto su vida en la obra
de Goethe. No actúes buscando pequeñas satisfacciones, no hagas aquello que
harías solo una vez, total por una vez. En cierto modo, Nietzsche consigue con
esta tesis hacer de la vida lo Absoluto, que trasciende el tiempo.
La voluntad de poder, “esencia”
de la vida. Nietzsche no entiende por “voluntad” lo que habitualmente llamamos
con este término: para nosotros es lo
que nos permite tener actos de querer, para Nietzsche esta voluntad es una
manifestación superficial de una fuerza que está más en lo profundo de nuestro
ser. La voluntad de poder tiende a su autoafirmación: no se trata de voluntad
de existir, sino de ser más. Es el fondo primordial de la existencia y de la
vida. Es el principio básico de la realidad a partir del cual se desarrollan
todos los seres, la fuerza primordial que busca mantenerse en el ser, y ser aún
más. Nietzsche cree que en todas las cosas encontramos un afán por la
existencia, desde el mundo inorgánico hasta el mundo humano, pasando por todos
los distintos niveles de seres vivos. Todas las cosas son expresión de un fondo
primordial que pugna por existir y por existir siendo más, pero esta fuerza no
puede identificarse con un ser personal, se trata en realidad de un cúmulo de fuerzas
que compiten enfrentándose y aniquilándose. Como muestra la tragedia griega el
héroe (Edipo) que pretende escapar del destino, que intenta ser un yo diferente
llevado por la furia de la hybris, está condenado a morir porque el poder no es
del yo, ni del sujeto sino de la vida. Nietzsche desemboca en el pesimismo que
había querido evitar y en la depresión. Voluntad de poder es solo voluntad de
soportar. El eterno retorno no trae alegría sino resignación y repetición.
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