Vilá Matas 1



El tema esencial de la última novela o no-vila de Vila-Matas, el doctor Pasavento, trata de separar o señalar exactamente este punto, los límites, la frontera y la diferencia de la línea que separa la realidad y la ficción. Y el punto de arranque es Vila Matas en tren viajando a Sevilla a dictar una conferencia cuyo título es el de la realidad bailando con la ficción en la frontera. El tema esencial: Vila Matas está dudando de lo que tiene que decir mientras atraviesa las poblaciones en el tren AVE, sufre la angustia de que podría decir cualquier cosa, incluso hablar de los inmuebles de la Rue Vanneau, pero nada le satisface, nada parece tener sentido para él y finalmente un deseo de fuga se apodera de él, de desaparecer, ojalá yo pueda desaparecer adoptando la identidad de otro porque lo que tengo que decir es mostrar esta impostura, desnudarme sin pudor y afirmar que como escritor invento mundos que no existen para resistir la triste realidad, que es un loco que crea una realidad falsa, y vive una verdad fingida. O peor jugar al despiste y hacer también ficción en forma de teoría de la escritura. Ante el reto de tener que marcar la línea decide seguir esa misma línea bailando como un tunante entre la realidad y la ficción. Decide saltar a la pata coja sobre la línea, y escribir una novela como la proustiana recherche de la ficción perdida. Así Escribir como línea de fuga desencadena un escritor en fuga también.


¿Pero por qué huye Matas de la pregunta sobre la escritura,  ¿huye TAMBIÉN de la escritura, de ser escritor? Parece que NO, lo que Vila-Matas parece rechazar es la propia teoría sobre la literatura, ficción que no le reporta sentido, línea de fuga que no arriba a buen puerto. Lo vemos al principio del libro, donde apelando al espíritu de Montaigne, buceando en su biblioteca de Burdeos, para que le ayude con la dichosa conferencia, no encuentra otra cosa que fantasmas. Pero lo que sobre todo le repele es que la ficción literaria rompa su límite y entre en su vida. A diferencia de Salinger, Blanchot, que desaparecen a tiempo, Vila-Matas va a Sevilla y disfrazado como escritor, tiene que hablar como escritor del arte de sacar conejos de la chistera. No basta con escribir y desaparecer sino que hay que pagar el peaje del éxito. Hacerse un nombre, obtener premios, firmar libros, responder entrevistas, forma parte ya no del mundo imaginario del que en su mesa cavila sino que le obliga y arrastra a crearse toda una identidad día y noche que estraga a Matas.

Resulta absurdo que la ficción entre en la realidad, es decir que se invada las fronteras de la persona por el engorde del personaje escritor. Esta nueva ficción, este nuevo papel, esta piel sobrevenida se agarra a la de uno y se vuelven ambas ya un poco indiscernibles. Pero Matas huye también de esta obligación de nombrar el burdo engaño del juego literario para de algún modo preservar el misterio y el secreto del sentido de la escritura literaria. Decir escribo para mentir (me) es como dictar la receta secreta de un plato formidable, es como señalar como se desactiva o destruye un juego, es cerrar con  llave las puertas de la ilusión. Por eso huye y se autotitula a sí mismo doctor Pasavento, para justo ser otra cosa que doctor de autopsias, para no matar la ficción diseccionando el cadáver de lo único que da sentido que es este escribir que es como un suponerse que se está en otro sitio, en otro lugar, que se es otro.
Probemos a decirlo de otro modo, el mago no enseña sus trucos, la única formula para ganar la partida es mantener el secreto a salvo. Antes que descifrar, comentar, separar y diseccionar el carnaval se suma a él…no es Bajtin, ni Nietzsche. Es una insensatez que un escritor enseñe sus trucos de magia, a riesgo de perderla. El juego literario tiene una exigencia y una complicación fatal, jugamos a fingir, fingimos que fingimos, olvidamos que fingimos u olvidamos que fingíamos fingir. Aquí el olvido es terapia y clínica y el recuerdo es como en Platón una anagnórisis que nos enseña justo lo que somos y que habíamos olvidado, el recuerdo de un olvido.
Vila-Matas comienza su andadura en fuga, crea una línea de fuga física, que es carrera infernal donde cambia de nombre innumerables veces, viaja de hotel en hotel, de ciudad en ciudad, sabemos que entre otros va a parar al hotel Suéde de la Rue Vanneau de Paris. Esta carrera loca le lleva por el camino por do los sabios han ido. Walser, Melville, surgen como motores que reactivan la fuga de Matas, entre otros apóstoles del no como líneas de fuga de la escritura y de la vida mundo. Pero la apuesta de Matas de desaparecer, de romper los lazos con la editorial, con los lectores, con los críticos, etc., resulta una apuesta que va a ser muy alta: esta primera línea de fuga desemboca en el océano de la vida cotidiana y ramplona, en la isla desierta de la vida de Robinson que espera un viernes como nuestros estudiantes. Un mundo sin escritura parecería permitir encontrar la inmediatez vital, (Vilá Matas, 2000: 96) ¿Qué soy? ¿Se pregunta? El escritor que deja de serlo, que se convierte en otro hombre, se encuentra ante una realidad muda y pura, ocioso, desaparecido, camuflado. No muy distinta a la de los inmuebles de la calle Rosellón. La ciudad es matadero, manicomio y burdel. El yo un fragmento de la nada, una voz que repite mil ecos de los otros. La naturaleza que no viaja al extranjero, es una patagonia infinita, un infinito páramo, tierra baldía de fantasmas. Un mundo en el que Dios no existe. Frente a la Rue Vaneau, y sus códigos donde todo tiene sentido, todas las cosas convergen en analogía casi mística, la vida nos ofrece una callejuela húmeda, oscura y estrecha como los callejones de la posguerra y de la infancia.

Eso o la cotidianidad más dolorosa o lacerante:
“Trato de dormir pero pienso en mis trajes, doblados en la maleta, que se están arrugando”.
“La cama se calienta. No muevo los pies para no arañar las sábanas pues eso es algo que me produce escalofríos”.
“Compruebo que la oreja sobre la que estoy apoyado está bien extendida, que no esté doblada. Las orejas separadas son tan feas”. (Vilá Matas, 2005: 332)

El silencio absoluto, la cotidianeidad no satisfacen la búsqueda de Matas. La línea de fuga fracasa pues nos ha conducido a la isla del muermo.

Pero para el escritor que huye de la identidad de ser escritor no le está vedado o prohibido una escritura en el silencio, sin público ni lectores. Incluso si Vila Matas comprende que el gran novelón ha sido desactivado, la ilusión literaria ultrajada, aún queda un último reducto por conquistar: la literatura minimalista: Los aforismos, los pequeños cuentos o poemas, escritura enigmática, microgramas, como Walser, pequeñas notas sobre el mundo que caben en un papel de fumar, haikus a contrapelo. Lo infinitamente pequeño preferible a la paranoia de integrarlo todo en una gran Obra que queramos o no ya no tiene pilas, ya no funciona. Un último reducto para escapar, para mantener la escritura un sentido aunque sea personal, privado, para describir la pena de la vida y sea consuelo y sentido quedan pues estos pequeños latigazos de sentido. Si bien hay algo de indigno, de impropio, de insecto en escribir poco, a escondidas, sin ánimo de publicar, y no falta la acidez de Matas ante algunos de sus escritores minimalistas, que le recuerdan muertos en vida, encerrados en sus retiros dorados.

También hay otras opciones como otros grados de escritura menos intensos, otras líneas de fuga: escribir lo que escribiría si escribiera, novelas en el aire,

Había renunciado a escribir, pero no se reprimía demasiado a la hora de escribir en la vida. En lugar de pulsar las teclas de una máquina eléctrica, soltaba en la calle o en su casa palabras, frases, párrafos enteros, y todo sin necesidad de tener que imprimirlo (Vilá Matas, 2005: 357).

Se puede también pasarle el testigo o el muerto o el lápiz al otro, ceder su lugar al otro que escriba por ti, real, inventado, imaginado, otro que ya ha escrito, Bove, Walser, y tú te subrogas, convertirse en abajo firmante, yo firmo porque apoyo a Kafka, a Proust, o también creando pseudónimos, heterónimos, anónimos etc. Otra opción es claudicar, borrar la frontera entra la ficción y la realidad pero no en beneficio de la segunda tomando el papel de doctor que archi-va la ficción dentro de lo real, archifonema de una diferencia, sino en beneficio de la ficción, que esta lo invada todo, representando el personaje de escritor, siendo el arte mismo, el arte vivo. La estética del dandy, afín un poco a la de Vila Matas, crea un personaje más allá del reconocimiento y los premios del público vulgar, pues se vive como Idea, como Ente, como Destino. Esta es una de las líneas de fuga que parece más firme para Matas: “Uno debe parecerse al arte sin parecerse a ninguna obra”, que pone en boca de Joubert escritor que jamás escribió, o en boca de Walser, me equivoqué quise ser poeta cuando debí ser poema (Vila Matas, 2000: 58).



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